Testimonios 2011

Otro año, una nueva experiencia, y mucho para contar. De lo que pasó por el corazón, lo que guardamos como un tesoro pero a la vez queremos compartir. Aquí las palabras de estos jóvenes que compartieron la vida con jóvenes Wichí del Impenetrable Chaqueño. Los dejo con ellos, introduciéndolos con parte de una canción de Fito:

Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar,
silencios que prefiero callar...
Allá, el tiempo que me lleva hacia allá,
el tiempo es un efecto fugaz,
y hay, hay cosas que no voy a olvidar...
Hay secretos en el fondo del mar
personas que me quiero llevar
aromas que no quiero olvidar
silencios que prefiero callar
mientras vos jugás.



Otra realidad, otra cultura.
Mar del Plata, Chaco. Otra realidad. Otra cultura. Personalmente como alumno y egresado del Peralta Ramos tuve la suerte de realizar este viaje en dos ocasiones, y lo haría nuevamente si se presentara la oportunidad. No es un viaje de estudio, ni un viaje de egresados,  lo denominaron viaje de intercambio cultural y solidario, pero para mi es mucho mas que eso, es un viaje que cambia la forma de ver y pensar las cosas.
Nosotros vivimos con un ritmo a mil por hora, siempre apurados, siempre corriendo, pensando que vamos a hacer en los próximos días que nunca nos tomamos un tiempo para respirar, reflexionar,  disfrutar el sonido del silencio.
Después de meses de preparación donde se realizaron actividades recreativas para juntar comida, ropa y plata para el viaje, salimos rumbo a Nueva Pompeya. Estuvimos ahí tres días compartiendo las mañanas en el colegio con ellos y distintas actividades a la tarde.
La primera mañana (después de los 5km que hay entre el pueblo y el colegio) la compartimos en clase con ellos. Yo estuve en 3º y 4º año. A esa edad ya están estudiando castellano, aunque no sabes cuanto saben ya que no hablan mucho que digamos. La charla sobre el mar, presentación de los dibujos para pintar, la explicación sobre los caracoles del mar y como escuchar su sonido con los mismos en un momento no sabes que es lo que entendieron, si les gusto o no les gusto, que piensan de eso, te dan ganas de hablar con ellos, preguntarles. Al final de la clase nos respondieron, no verbalmente, sino con las sonrisas en sus caras y algún que otro abrazo de los menos tímidos. De modo que no es necesario hablar el mismo idioma o directamente hablar para poder compartir algo, a veces con menos palabras se dice mucho más. Esa tarde fuimos a caminar a orillas del Río Bermejito., en donde disfrutamos de su hermoso paisaje.
El segundo día ellos tenían una actividad preparada para nosotros, plantar algarrobos. Un algarrobo no es un simple árbol, es un árbol fuerte, grande, que da sombra y permite el crecimiento del pasto. El pasto necesita del sol para crecer pero el algarrobo es un árbol que permite que crezca el pasto igual, en su sombra. También es el alimento de animales cuando esta creciendo y hay animales que lo rompen por su carácter destructivo solamente.
Después de comer en el colegio compartimos educación física con ellos y más tarde después de la caminata al pueblo (que esta vez fue por el monte y no por la ruta) conocimos la Misión Franciscana y su historia.
El tercer día estuvimos a la mañana en el colegio hasta después de comer,  y hablamos del monte y el mar. Para ellos el monte es muy importante, como para nosotros lo es el mar. Se podría decir que moldea el carácter de las personas que viven ahí. El monte forma parte de ellos y de sus antepasados, en el encuentran paz y tranquilidad, como a su vez antes buscaban alimento en el mismo. Nosotros no pudimos devolverles el favor y mostrarles el mar personalmente, pero la tercer mañana vimos juntos las filmaciones que habíamos llevado sobre el mar en distintas playas y hablamos sobre lo que el mismo significa para nosotros.

De 5 a 7 de la tarde nos visitaron muchas artesanas en la casa de los hermanos maristas, en donde tuvimos tiempo de ver y comprar sus artesanías. Esa misma noche tuvimos el fogón con todos los chicos que pudieron ir en donde intercambiamos canciones, relatos y a la madrugada la no querida despedida y el retorno a Mar del Plata.
Lamentablemente como en todos lados allá  también hay discriminación, en este caso entre criollos y wichí. Cada vez menos pero hace muchos años la situación estuvo muy difícil. Tan difícil que los wichí se escondían en el monte cada vez que los criollos realizaban las “corridas” en donde los buscaban para matarlos. Como un amigo de allá me dijo: “las personas que se escondían en el monte se salvaban como podían. Si era una familia con un bebe, y el bebe lloraba, lo callaban pero si seguía llorando y ya no lo podían callar lo mataban, y se salvaban ellos.”
Esto forma parte de su historia, la misma y su cultura son importantes, y no tendrían que ser tomadas a la ligera. Desde chicos en el colegio aprenden que la lengua Wichí es importante,  aprenden a cuidar las cosas de los otros, a respetarse entre todos, a obedecer a sus padres y a trabajar con alegría, y muchas cosas más como repartir lo que se tiene y ayudar a los más pobres. Esas frases y más se encuentran en carteles alrededor del colegio en wichí y castellano.
El colegio no es solo el lugar en donde les enseñan distintas materias, ellos aprenden más que eso, también es el lugar donde comparten el desayuno y almuerzo con sus compañeros y profesores.
Una cosa que seguramente notaron todos los que viajamos es que en el horario de las comidas aparecen muchos perros en el colegio. Perros flacos, algunos muy flacos hasta esqueléticos se podría decir. Nuestro reflejo es querer darles algo de comer, un poco de pan o lo que sobra de la comida. Pero no, no se hace eso, los restos de la comida no se tiran, nadie deja nada en el plato tampoco y en la semana que estuve allá nunca escuche a nadie decir algo como “no me gusta la polenta, ¿que más hay?”.  Se come lo que hay y se reparte entre todos.
Con respecto a como son las personas allá, son muy tímidas, no hablan más de lo necesario, por lo que vi nunca se quejan, ni están enojados. Ayudan sin buscar recibir nada a cambio, cuando hay que hacer algo generalmente se dividen las actividades y todos se ayudan mutuamente. Gracias a eso una de las cosas que aprendí del viaje es, como dicen ellos, que NANFWESHU MAK TOJ IS ALHUHUJuntos nos va mejor”.
Blas


Ganas de volver.
Siempre me interesé mucho por las diferentes culturas. Leí libros de la historia de la India, de las tribus africanas, etc. Cuando me enteré del viaje a Chaco, sin duda pensé que sería una buena oportunidad para conocer la cultura de otras personas, en este caso de los Wichí.
No era ese solo el motivo del viaje. Ayudar, compartir, intercambiar, fueron palabras que iban surgiendo durante el tiempo de preparación antes del viaje. Y eso fue lo que hicimos.
Llegué a Nueva Pompeya imaginándome que sería un lugar triste, desolado, incómodo y hasta tétrico. Pero esa idea desapareció en el instante en que bajamos del micro. Su gente definitivamente transformaba el lugar.
La primera noche me acuerdo que no me podía dormir. No cabía en mi cabeza la idea de que aquellas personas que habitaban esa pequeña localidad podían ser tan felices, transmitir tanto amor, tanta felicidad, teniendo tan poco. Esa fue la primera enseñanza que me llevo: los sentimientos y la personalidad no tienen nada que ver con lo material.
Algo que me quedó grabado fue cuando Guille el primer día nos dijo: “respeten el silencio chicos, aprécienlo”. No había entendido la frase, hasta que fuimos a la escuela. Con muchos chicos no pudimos entablar ninguna conversación, pero con solo una sonrisa podíamos ver que estaban felices, que estaban contentos de tenernos ahí. Los nenes de jardín, apenas entramos el primer día a la escuela, nos abrazaron sin apenas conocernos, y sin haber hablado.
A nivel grupo, el viaje me permitió conocer grandes personas, de extraordinarios valores y que me ayudaron en todo momento.
A nivel personal, fue una experiencia sumamente enriquecedora. Como dije antes, me llevo muchas enseñanzas, amigos y GANAS DE VOLVER.
Meli.

Soñar no cuesta nada...
Me toca empezar a escribir, mejor dicho, a describir algo que de verdad no se puede, porque no hay palabras, porque los sentimientos son mucho más fuertes. Un poco de buena música y las fotos espero que me ayuden.
Hay un antes: Misión Chaco 2010, las ganas de volver, un nuevo grupo, las reuniones de preparación, la decisión de dejar todo por una semana (facultad, responsabilidades), la ansiedad por el reencuentro, el miedo a no volver a sentir lo mismo que el año anterior, a que no sea tan especial, la gripe, subirse al micro y partir con todas esas expectativas, con esa llamita que me impulsa y no tiene explicación.
Llegamos a Castelli, y se da el primer inconveniente el colectivo que nos iba a llevar hasta Nueva Pompeya no estaba disponible, pero mientras tanto Guille (que me sorprende cada día un poquito más) es el primero en tener contacto con la realidad que se vive allá, cuando Pedro, un nene que vivía cerca de donde nos habíamos bajado, le pide comida, junta todo lo que nos había quedado y se lo da. Esa imagen, sentados en el suelo hablando, mientras Pedro comía me llegó mucho, no era para menos, el compartir había comenzado.
La espera para poder ir finalmente a Nueva Pompeya se solucionó rápido, vamos a la parroquia, almorzamos panchos, guitarreada y jugar con Astor (el perro de un abogado que colabora con la comunidad wichí pero vive en Castelli). Finalmente, nos subimos a Romina Bus: dormir o truco, cuatro horas de viaje, llegamos a la noche y por última vez “hacemos cadena” para descargar todas las donaciones. De cena guiso de arroz con pollo que nos hacen unos chicos del grupo juvenil y a dormir.
Es miércoles y por primera vez vamos a la escuela bien temprano, y de esa mañana tengo dos recuerdos: el abrazo de Gabi cuando me vio y me dijo que pensaba que no iba a volver más, que me iba a olvidar; y los nenes jugando y corriendo por todo el patio con los globos que llevó Naza. Ese fue el día que se hicieron actividades con 5°, 6° y 7° con la crealina y le dimos los caracoles. Para la tarde, ellos nos habían organizado una caminata por el río Bermejito. Fue hermoso ir caminando, ver el monte, comer una manzana todos juntos y después volver mientras atardecía.
El jueves fue el día de la actividad preparada con los algarrobos, trabajamos en grupos y cada uno tuvo la oportunidad de plantar el suyo. A la tarde visitamos la Misión, con la visita guiada por Gabi y después fuimos a misa; una misa muy especial y totalmente acorde con lo que estábamos viviendo, más de una lágrima rebelde se me escapó por ahí.
Llegó el viernes, el último día: clase de wichí-español-inglés-alemán, pintar las banderas para el fogón, jugar al metegol, almorzar todos juntos y volver caminando a preparar la feria de las artesanas y el fogón.
A las cinco empezó la feria, que otra vez volvieron a confiar y a darnos muchas cosas en concesión para que las vendamos acá. Más tarde el fogón (canciones, charla, pintar las manos en las banderas), la despedida, el momento en dónde te das cuenta que es muy poco el tiempo, que necesitas mucho más. Los abrazos, los intercambios de celulares, subirse al micro, ir saliendo del pueblo y ver todas las motos que nos seguían, escuchar las bocinas, las lágrimas que no pude evitar y la sonrisa que se me escapó, porque ahí me di cuenta que había sido perfecto, diferente, inolvidable y que dejada un pedacito de lo que soy ahí, en el medio del monte con esas personas increíbles que tienen otra cultura, otra vida, pero que son mis amigos.
También hay un después: lo que se vive es tan fuerte, lo que se siente no tiene explicación, pero te dan ganas de que todo el mundo se entere lo que viviste, lo que compartiste y lo que aprendiste aunque no lo entiendas muy bien.
Personalmente, me sorprendí mucho durante todo el viaje y me sigo sorprendiendo por todo lo que me hizo crecer. Fui pensando que lo que había vivido el año anterior era insuperable y me equivoqué, me encontré con un grupo de gente maravillosa que fueron mis compañeros de viaje y que hoy digo que son mis amigos (gracias).
Me encontré con otra cultura, con otro grupo de gente, que se abrió a compartir su vida, que me dio tanto cariño, cariño que seguramente no merezco.
Me encontré conmigo misma también, y aunque suene loco, es así, de golpe me di cuenta de muchas cosas, encontré paz y muchas ganas de seguir remándola, que esto es lo que quiero y lo que me hace feliz, tengo muchas ganas de que las cosas sean un poquito más justas ese es mi motor, mi sueño, el horizonte que se me va alejando (como siempre dice Guille) pero igual voy ahí.
No puedo decir más que gracias (y me quedo corta) a mis compañeros de viaje, a la gente que ayudó para que fuera posible y a todos los que me animaron para que lo vuelva hacer (mamá, papá, amigos) a pesar de la facultad, de la gripe, de todo.
Ahora tengo un sueño nuevo y es que ellos conozcan el mar. Soñar no cuesta nada, eso dicen…
Lu

Esa paz que no se olvida.

Bueno, Primero que nada, a pesar de que el titulo es distinto, esta nota es sobre chaco, sobre esa misión que nos unió a todos como un grupo de personas, luchando para mejorar y para poner nuestro pequeño granito de arena...
Este sueño comienza un 2010, con la "idea loca", por así decirlo, de una de las chicas que egresó, y que prendió algo en nuestros corazones.
Pero nuestro viaje comenzó allá, por abril, con esos viernes, que más de uno nos han dicho que "nos perdíamos un viernes en pastoral", para nosotros fue la construcción de la base de este proyecto, y que ahora los extrañamos...
El día a día, iba acercándonos poco a poco, a este viaje, pasando con las cajas, organizando las actividades, yendo a hacer un video para mostrar nuestro mar, y haciendo varios cronogramas de las cosas que íbamos a realizar allá.
Ese lunes, había llegado, y nosotros, empezamos ese viaje, con la primer cadena, para llenar el micro, que nos llevaría a Castelli, con unos chofers que eran inigualables, Ariel y Claudio, que nos acompañaron a lo largo del viaje como uno más de nosotros, yendo a tomar mates y a caminar a lo largo de toda esa semana. El lunes, se nos paso rapidísimo, todos ansiosos, nerviosos y dispuestos a llegar.
El martes llegamos a Castelli, y nos quedamos a almorzar en la Parroquia, luego de una guitarreada y estar con todos los chicos ahí en ronda tomando mates y charlando, llegó el Romina Bis, aunque unas horas tarde, pero esas horas las aprovechamos para pasarla bien y estar todos juntos. A la noche, al fin, llegamos a Nueva Pompeya, con la primera cadena, la división de cuartos, y la primera cena con los hermanos y Julio, cena la cual fue echa por los chicos de la Pastoral de La Misión. Se termina el primer día allá y nosotros con ansias de conocer, a la gente del lugar y la escuela...
El miércoles nos reciben los chicos para izar la bandera a las 8:15 de la mañana, y empezamos a realizar las actividades con el grupo que a cada uno le tocaba, la alegría estaba instalada en el lugar, y vinimos para quedarnos dijimos...jaja, Naza nos salvó con unos globos que había llevado para los nenes, y luego de almorzar se termina el primer día de trabajo en la escuela. Esa tarde fuimos a hacer una caminata por el Río Bermejito, que nos la prepararon los chicos de la escuela, en la cual nos terminamos de afianzar como grupo y conocimos a Gabriel y a Jorge, los dos chicos que más se nos abrieron y nos permitieron conocerlos a fondo. Ese día fue en el que dije, vale la pena estar acá...
El jueves, ya con un cronograma hecho por la gente de allá, nos dirigimos para la escuela con todas las pilas, y estuvimos haciendo un reconocimiento del monte, cada uno con sus actividades, para la plantación de los algarrobos, los cuales todos pudimos plantar. Ese día, conocimos lo importante que era para ellos el monte, el cual se sentían para de él, ya que les daba los recursos para sobrevivir, y le da el suelo para vivir, después de esa mañana jugamos un partido a las 2 de la tarde contra los chicos de la escuela, y las chicas jugaron al voley, con varios de los chicos que se quedaron a acompañarnos, ese día hizo muchísimo calor pero, lo extraño era que ellos estaban el pulóver y gorro, y nos decían que tenían frío, ya que para ellos es invierno, aunque había temperaturas de 35 grados...
El viernes, llega el ultimo día, con las pilas medias bajoneadas, pero con la buena onda de siempre, fuimos a la mañana a la escuela para terminar de realizar las actividades, y planear el fogón de esa misma noche, ese día tuvimos una clase de intercambio de culturas con los chicos de 8vo y 9no, la cual fue un placer estar, por que pudimos hablar con ellos e intercambiar idiomas y costumbres... Para mi fue un día triste porque era el ultimo día que iba a ver a los chicos de 1ro y 2do, pero siempre pensando que eso no era un adiós, era un hasta luego... Amor incondicional dado por los nenes y hacia los nenes.
Llega la tarde con la feria de los artesanos, que por segundo año confiaron sus cosas a nosotros, pero lo más importante fue el fogón, esa ultima actividad en la cual pudimos pintar nuestras manos como signo de unión, confianza y esperanza.
Mucho más, no puedo hablarles, por que esta experiencia fue inexplicablemente única, puedo decirles, que somos un grupo de gente que trabajó, incondicionalmente para hacer feliz a otro grupo de personas, que con una sonrisa nos daban vida, que con un abrazo nos entregaron sus corazones y que con nuestra experiencia sellamos una confianza que no se perderá, esperemos, por mucho tiempo.
Es esa paz la que nos marcó, es esa Paz con nos lleva a revivir esos sentimientos día a día, es esa Paz la que nos impulsa a seguir, Es esa PAZ que no se olvida.
Finalmente para cerrar este pequeño relato de lo que fue el Proyecto, darles las gracias a mis compañeros, ¡que son mis amigos! Que fueron una de las cosas más importantes que me paso, y que ¡se los quiere un montón! 
Cris
 

Que lindo es tender siempre la mano, detrás de lo inhumano de un jornal.
Desde un comienzo todo lo que nos unía eran las ganas de revivir el proyecto planteado el año pasado (Misión Chaco), sólo contábamos con el apoyo de los que ya habían realizado la experiencia anteriormente, que no era poco, significaron el traspase de emociones y energías. Juntos nos hicimos más fuertes y emprendimos con mucho entusiasmo el viaje, que no quedó por descartado hacerlo una y mil veces más a partir de nuestro regreso.
En todo ese tiempo que tuvimos previo para prepararnos, lo imprescindible cada semana era esperar a que llegara el viernes y dedicarnos de lleno a imaginar.. a pensar cómo sería y qué haríamos durante la estadía. La idea era que el proyecto se volviera interminable, y de hecho lo es, consideramos de suma importancia que sirvamos como ejemplo para demostrar que los sueños se pueden cumplir, tanto los nuestros como los de esa pequeña comunidad que nos brindó un corazón inmenso. Sabiendo que con la ayuda de la Institución nada nos podía detener, porque sentimos la ayuda y la presencia de un montón de familias, inclusive de la propia en particular, nos dejamos llevar.. cuando finalmente llegó el día. Tempranito cargamos el micro con aquello que pudimos juntar durante estos meses que pasaron, así sin pensarlo funcionamos en todo momento como una cadena que nunca estaría dispuesta a cortarse, llevando consigo el objetivo de crecer y cumplir con lo propuesto. En un par de horas, que en partes se hacían interminables, entre mates, canciones, expectativas.. llegamos, el calor y las ganas de saber finalmente con qué nos ibamos a encontrar se empezaban a sentir más de cerca.
Extraño fue de repente despertarnos, caminar los 5km. que separaban a la escuela de Nueva Pompeya, siempre por una buena causa, palpar la realidad, izar la bandera escuchando un idioma completamente distinto al acostumbrado, el wichí, y que esperamos con ansias volver a escuchar. Conocimos a los chicos, intentamos de a poco entrar en confianza, el clima era el apropiado para hacerlo, se podían ver las sonrisas de cada uno, con el correr de los minutos los abrazos, el intercambio de miradas también, que formó un medio de conexión muy especial y fue clave. Ese día (miércoles), el primero, vivimos la tranquilidad del monte, guiados por un grupo reducido pero predispuesto, que encabezaba Gabriel, un chico con marcada personalidad, que trató de no separarse de nosotros y nos enseñó lo que más pudo de su cultura.
El jueves, nos dividimos para trabajar de acuerdo con las preferencias elegidas por cada uno, en la plantación de algarrobos. Aquello, nos hace pensar que cada vez que se topen con alguno de ellos, sabrán seguramente que es nuestra pequeña huella y de alguna forma subsistirá, funcionando como un recuerdo y prueba de que estuvimos ahí. A la tarde conocimos la Misión Franciscana y un poco de su historia, luego presenciamos una misa en la que nos dimos el gusto de ser bien recibidos, compartiendo la Eucaristía con algunos criollos que se encontraban en la misma.
El viernes, último día, para que conocieran un poco más de lo que ya sabían de Mar del Plata, les facilitamos el sonido del mar a través de caracoles.. e imágenes. Se hacía muy difícil explicar los sentimientos que la naturaleza nos da para explorar, sin embargo que son parte de nuestra rutina diaria. Coincidimos en que, tanto el monte como la playa, nos daban la posibilidad de encontrar esa tranquilidad que solemos necesitar ante tanta vorágine.Al caer el sol, artesanas wichís se acercaron con su sencilla humildad a compartir las creaciones que realizan cotidianamente y con esmero. A medida que pasaban los minutos no quedaba otra que ir acostumbrándonos a la idea de que esos días fueron inolvidables e imposibles de borrar en nuestras mentes. De a poco se empezaban a sentir cosquillas interiormente, que nos acompañaron durante el fogón y después de el, pero a su vez estábamos inmersos de alegría, porque aún sabiendo que todo se termina, nos llevamos la certeza de volvernos a ver.
Definitivamente buscábamos respuestas y finalmente se puede decir que las encontramos, a pesar de que a grandes líneas sea una cultura en la que ronda el silencio, logramos que se prendieran con cada actividad que les planteamos, tanto dentro como fuera de un aula.

Aunque estamos acá para contar la experiencia, no se compara con el hecho de vivirla, ojalá todos puedan experimentar sensaciones parecidas a lo largo de su camino. Hoy no nos queda más que agradecer a los que formaron parte e hicieron posible este intercambio cultural que nos abre más puertas indefinibles..
Vero.


¡¡¡Con la fuerza de la comunidad!!!
Esta experiencia para mi fue muy importante porque renueva la pasión que siento al trabajar con los jóvenes de nuestra comunidad y de nuestro país.
Tenía mucha expectativa con el grupo, pensando en la experiencia del año pasado, la cual fue maravillosa. Tenia miedo, sobre como saldría este nuevo viaje y si se daría la misma integración. La verdad es que el grupo superó esas expectativas: fue muy grande el sentimiento al vernos todos juntos en el fogón, las motos siguiéndonos, la bajada en el medio de la ruta para ver las estrellas, el camino al Bermejito, y las ganas de todos por integrarse y ayudarse entre si.
Me emocionó mucho la vuelta también, escucharlos contar la experiencia al resto de los compañeros del cole con tanta pasión, y poniéndose en el lugar de las personas que conocimos allá… creo nos cambio la mirada a todos.
Como comunidad fraterna allá en Chaco y acá en Mar del Plata sentí que éramos verdaderos discípulos de Jesús, haciendo carne el mandamiento del amor.
Laura

Una experiencia maravillosa. 
Ahora llegó el momento de empezar a intentar poner en palabras esa increíble experiencia. Pero voy a empezar por ese momento cuando Guille me dijo que podía viajar por segunda vez. Fue un momento increíble: de pronto miles de recuerdos vinieron a mi mente. Ahí comenzaba todo otra vez, pero al mismo tiempo sentí miedo porque eran tan buenos los recuerdos que superarlos iba a ser imposible.
Partimos hacia Misión Nueva Pompeya con un grupo de chicos que casi no conocía. Después de un largo viaje (que por supuesto vale la pena) llegamos a destino. Luego de una larga noche de cadenas y una rica cena preparada por los chicos del lugar, empezábamos a transitar esos cinco kilómetros que nos separan de la escuela Cacique Francisco Supaz. Finalmente llegamos y con sus silencios, sus miradas, y su curiosidad nos recibían todos esos chicos y maestros que esperaban nuestra visita.
Al comienzo es difícil entender su forma de ser, porque uno esta acostumbrado y espera que le respondan con palabras. Después de un tiempo uno entiende que sus miradas y sus gestos valen más de mil palabras, y las actividades que ellos nos prepararon son una respuesta a nuestra visita.
Por otra parte también debo agradecerle a todos lo que me acompañaron en ese viaje, porque me recibieron como una más, porque me dieron un lugar y sobre todo porque me demostraron que aunque tal vez yo nunca pueda volver a viajar me puedo quedar tranquila porque hay muchas personas dispuestas a dar sin esperar nada a cambio.
¡Muchas gracias por una experiencia maravillosa!

Giuli 





El cielo puede esperar
Exactamente dos semanas después de mi retorno a Mar del Plata, luego de sobrellevar la vuelta a la eterna rutina de siempre, dediqué el tiempo que se merece para observar el mar. Eso que el ojo humano no alcanza a abarcar, tan inmenso que parece infinito, tan activo que parece como si tuviera vida. Aquel con el que lidiamos todos los días pero no le damos importancia salvo en verano. Sin duda es un lugar único. Un lugar de reunión, con amigos, con familia, con tus seres queridos, pero siempre el mar. Un lugar donde uno se puede encontrar con uno mismo. Solo basta sentarse cerca de la orilla, cerrar los ojos ... y por momentos, uno viaja fuera de la ciudad, fuera de los ruidos molestos. Viaja a un espacio de reflexión, tranquilidad.
Hay personas que tal vez no lo crean. Pero nosotros no fuimos solo a entregar comida y ropa para la comunidad Wichí. Esto va mucho más allá de lo material. Las actividades realizadas en la escuela de allá, la recuperación de suelos con la plantación de algarrobos, caminatas por el monte, el fogón... Aquellas cosas que parecen muy sencillas pero que a la vez nos sirvieron para formar el cariño, el vínculo, y la aceptación que logramos con ellos. Gente que luchó y lucha por su dignidad y respeto, que escapó y fue discriminada por gente como nosotros durante muchos años. A tal punto se forjó esta unión que nos piden que "no dejemos de ir".
Esta experiencia me dejó satisfecho por un lado porque me llenó como persona humanitaria, y también me dejó con ganas de seguir. No es el simple hecho de este sentimiento que me brota de querer volver a viajar. Es el reconocimiento de que sé que aún tengo potencial, para dar, y dar mucho más de lo que di en este viaje. No solo para ir, si no para lo que sea, ya sea también para poner en marcha el proyecto para que ellos también tengan oportunidad de conocer el mar.
Aún soy joven y tengo muchos sueños, tal vez me dirán que algunos son muy idealistas, utópicos, pero ¡tengo toda una vida por delante y muchas fuerzas para llevarlos a cabo! Mi juventud y mi vida todavía pueden dar mucho por los demás. Así que el cielo puede esperar...
Eze


Gente muy verdadera
No me cuesta recordar la experiencia, más bien la tengo muy presente, lo que probablemente me cueste es poner por escrito lo que significó para mi, lo que sentí, lo que aprendí, lo que crecí.
Definitivamente fue algo que me marcó, tuve sensaciones y emociones que no había tenido antes y ver algo tan sencillo como lo que vimos, esas sonrisas, esa alegría porque estábamos ahí, fue algo hermoso que sin duda me lleno el alma. Pero, ¿a qué me refiero con que me llenó el alma? Fue sentir esa sensación de amor, de transparencia, de inocencia si se quiere. Era todo tan real que parecía un sueño y así lo llamamos nosotros porque lo vivimos como un sueño pero que se pudo hacer realidad.
Pero vamos al comienzo de ese sueño. Desde el principio (mayo 2011) se empezó a formar el grupo que luego viajaría a Nueva Pompeya, Chaco. Cada uno puso su granito de arena, cada uno se comprometió a reunirse todos los viernes, cada vez nos comprometíamos más con la comunidad Wichí y un fuego adentro nos impulsó y nos reunió a todos. Los egresados que ya había ido a Chaco nos contaban su experiencia, Guille nos orientaba, nos preparaba para lo que ibamos a vivir, pero nunca me lo imaginé. Solo esperaba el momento de comprobar lo que decían yo misma. Lo satisfactorio de esta preparación fue que teníamos mucha expectativa con lo que se nos acercaba, pero nos quedamos cortos, nos sorprendimos aun más de lo que pensábamos.

La escuela “Cacique Francisco Supaz” quedaba a 5km del pueblo, así que a las 7:30 empezamos a caminar. La primer caminata fue un momento donde tuve dudas, a pesar de sentirme muy segura con las personas que me acompañaban, pensé en las reacciones que podían llegar a tener los chicos de la comunidad Wichí con nosotros y muchas preguntas se me cruzaron por la cabeza. Me dediqué a mirar el camino, el cielo, hacer silencio y esperar. Fuimos muy bienvenidos, nos dividimos en grupos y ocupamos las aulas, en ese instante supe que lo que quería hacer estaba ahí, las dudas desaparecieron. Yo estaba en el salón de 1er grado y después de compartir el desayuno (mate cocido y pan) escuché una clase de catequesis en Wichí. Fue el primer contacto con los chicos. Cuando salimos al recreo solo los observé, pero después me solté un poquito y jugamos al voley con unas chicas. Luego nos tocó el turno a nosotros, de realizar las actividades que habíamos estado preparando con tanto cariño. Hubo un inconveniente, mi grupo olvidó los materiales en la casa de los hermanos (donde nos alojábamos), afortunadamente, encontramos cartulinas y tijeras y sin pensarlo más tiempo tuvimos que improvisar. Todo resultó exitosamente ya que con la simple tarea de recortar corazones en la cartulina los chicos se entretuvieron toda la mañana. Después de almorzar, volvimos al pueblo. En ese momento sentí la primer fuerte unión que tuvo nuestro grupo, estábamos todos tan contentos que no dejábamos de hablar de lo sucedido a la mañana.
Por la tarde, el Hermano Marcelino nos presentó a cinco wichís que nos acompañarían en una caminata por el Río Bermejito. Eran cuatro chicos y una chica. Al llegar al lugar donde comenzaríamos la caminata paramos para que Marcelino nos explique un cartel en Wichí. Intentando acercarme para poder ver y escuchar mejor, me rosé el brazo con la chica wichí, Patricia. Solo nos sonreímos y continuamos caminando. Sin planearlo seguimos juntas, le hice dos o tres preguntas para conocerla, pero entendí que el diálogo no es algo fácil para ellos y me quedé en silencio. Comimos una manzana junto al río y a la hora de cenar nos sentamos juntas.
A la mañana siguiente en la escuela nos alegramos de vernos, la saludé y también a sus amigas, desayunamos y entramos todos a un salón con 7mo y 8vo (el curso de Patricia). Julio, un profesor de allá, nos explicó la actividad que tenían preparada ellos para nosotros, la plantación de algarrobos. Dividió las tareas y cada uno se iba anotando en la que quería, con la condición de que el grupo quede integrado por dos o tres de Mar del Plata y dos o tres Wichís. Esperé al 4to grupo, pasé al frente para anotarme y al instante la vi a Patricia acercándose también a mi grupo. Era la única mujer Wichí, pero no le importó, ya que la amiga se había parado antes y le había dicho que fuera con ella, pero negó con la cabeza y esperó que yo me levantara. Fue muy lindo ver ese gesto y algo que valoré muchísimo, que me hizo sentir muy bien y con muchas ganas de seguir el resto de la mañana, cavando pozos en el monte y con mucho calor. Nos pusimos en los zapatos de los Wichís y aprendimos muchísimas cosas de su cultura, de su tierra, de su monte. Nos sorprendió ver la importancia que le dan a la naturaleza y nos hizo tomar conciencia de la nuestra. Lamentablemente toman agua de lluvia que juntan en aljibes durante los dos meses del año que llueve, y otras veces toman agua del río y pensar que acá se derrocha tanta agua potable!
Esa tarde conocimos La Misión, una estructura antigua donde vivían los hermanos franciscanos, tuvimos el placer de escuchar la explicación por Gaby, un wichí que manejaba muy bien el castellano. Fuimos a misa, la capilla era pequeña pero acogedora. En el saludo de la paz no pude evitar que se me cayeran las lágrimas. Esa noche cenaron con nosotros Gaby y Jorge, dos chicos que nos venían acompañando desde la caminata al río. Gaby era un chico muy abierto con el que se hizo fácil llevarse bien, y Jorge era un poco más callado pero tenía muchas ganas de integrarse y de abrirse con todos nosotros, al final lo hizo.

El tercer día ya nos levantamos con otro aire, no podíamos creer que nos íbamos esa noche y no quería que llegara ese momento. En la escuela vimos un video del mar que habíamos filmado para que lo conocieran, lo acompañamos con explicaciones y caracoles para que escucharan el sonido del mar. Luego formamos parte de una clase de integración cultural donde aprendimos Wichí, Español, Inglés y Alemán. Después volvimos a los cursos donde habíamos estado el primer día, era como la despedida de los chiquitos porque a la noche en el fogón no los íbamos a ver, así que pintamos unos mandalas. Volvimos del colegio, un poco bajoneados, pero todavía con muchas pilas, nos quedaba la feria de artesanas y el fogón. Así que nos preparamos bien para cuando llegaron las artesanas y empezamos a comprar. Lamentablemente había más artesanas que gente para comprar, pero decidimos comprarles a todas y llevar la mercadería para Mar del Plata (al igual que el año pasado). A la hora del fogón comenzó a llegar gente. Cada silla que había que agregar era una alegría más, porque ese fogón era como nuestra despedida y ver que todos esos chicos estaban ahí por nosotros te hacían sentir querido. Después de cantar algunas canciones, comimos unos choripanes y vino Patricia a compartir el momento conmigo. Muchas veces estuve con ella durante el viaje pero nunca hablamos demasiado, me asombró que ese día me pidiera agua y luego que nos sacáramos unas fotos. Pero al pensarlo un poquito, interpreté lo que significaba, más allá del hecho de acompañarla y tomar agua, quería estar conmigo y yo me sentía muy orgullosa de ella. Porque a pesar de que su cultura les impide abrirse de la manera que lo hacemos nosotros, ella me mostró su forma de ser, sus necesidades, sus ganas de participar, de integrarse, de ser mi amiga.

Las relaciones, las amistades a nosotros nos pueden llevar años formarlas, a veces ni siquiera logramos tener alguna verdadera, duradera. Pero para la comunidad Wichí no hace falta tanto, un gesto, una sonrisa, la simpleza de las cosas los caracterizan y los hace gente muy verdadera.

Descubrimos una cultura muy distinta a la nuestra, pero no menor. Otras formas de vida pero no menos dignas. Ví y sentí cosas que jamás olvidaré, me hizo tomar conciencia, me "abrió la cabeza", pero lo mejor de todo, fue que me abrió el corazón.
Flor

Decidí entregarme y dejarme llevar.
Desde el primer momento que me enteré que este año se iba a volver a repetir el viaje a Chaco, me sentí muy agradecida por la oportunidad que nos estaban dando. Los chicos egresados nos contaban su experiencia del año pasado y miles de sentimientos surgían de mi cabeza acerca de cómo sería la experiencia de este año, si nos iban a recibir de la misma manera, si iba a salir todo tal y como lo planeamos, hasta que decidí entregarme y dejarme llevar.
Ente las pelis, las charlas interminables, las guitarreadas, los cantos, los mates y las meriendas a cualquier hora, el viaje se me hizo demasiado rápido. Cuando ya me quise acordar estábamos en Castelli, esperando al micro para ir a Nueva Pompeya.
Nunca me imaginé que me iba a encontrar con algo tan distinto a lo que me había imaginado, nunca pensé que más adelante me iba a encontrar con las ganas que tengo ahora de volver a revivir esos momentos.
Definitivamente las personas de allá saben valorar lo poco que tienen. No me voy a olvidar jamás de ese primer recreo en nuestro primer día en la escuela, todos los chicos salieron al patio y tres nenes de jardín, sin conocerme, vinieron corriendo y me abrazaron durante un largo tiempo. Fue lo mejor que pude haber sentido, en ese momento no importaba absolutamente nada mas que disfrutar del inmenso amor y cariño que esos chiquitos me estaban dando.
Los días fueron pasando y de a poquito nos fuimos interiorizando cada vez mas en su cultura, disfrutamos al máximo todas las actividades que realizamos con ellos. La plantación de algarrobos fue muy significativa para mí, ya que es algo muy importante para ellos, siendo así el árbol que representa su cultura.
Hay veces que la mayoría del tiempo estamos preocupándonos por tener lo último en tecnología, lo mas lindo, lo más caro, todo y no nos damos cuenta de que se puede ser feliz con tan poco, eso es lo que más me quedo de la gente de allá.
Yo creo que este viaje logró unirnos a todos mucho mas, generar nuevas amistades y afianzar las antiguas. Se formó un grupo hermoso y me llevo lo mejor de cada uno. Personalmente creo que di lo mejor de mí, este viaje me ayudó a valorar y cuidar mucho todo lo que tengo, sobretodo a mi familia. Lo único que me queda por decir es gracias. ¡Gracias por hacer de este viaje una experiencia hermosa e inolvidable!

Sofi

3 dias viviendo una realidad desconocida

¡Vivir esos tres 3 días con personas que nunca en mi vida pensé que me iba a encontrar o relacionar fueron los mejores de mi vida! . Varios familiares y amigos me preguntaron el porque de esto y yo les respondí: 
El día martes a eso de las 7 u 8 hs habíamos llegado a la residencia de Nueva Pompeya. Como ya era muy tarde nos habíamos encontrado con la cena lista, anteriormente tuvimos que bajar todas las cosas que traíamos (millones y millones de litros de agua, comida, ropa, bolsos, colchones, etc.) y después acomodarnos en las habitaciones. 
En el momento de la cena, me sentía muy nervioso y con varias preguntas sobre lo que iba a pasar al día siguiente, yo lo llamaba “el gran día” .Porque para mi ese día iba a ser cuando nosotros tendremos que rebuscárnosla para poder crear un vinculo o relación entre nuestra cultura y la de ellos. Al término de la cena nos fuimos a dormir, ya que al día siguiente nos íbamos a tener que levantar muy temprano para caminar los 5km y llegar al colegio. 
El gran día llego, nos equipamos y salimos para el colegio donde nos íbamos a encontrar con los chicos Wichí. Al llegar nos recibieron los chicos, hermanos y directivos del colegio. Posteriormente nos dividimos en grupos (grupos que ya habíamos armado antes de ir a Chaco). A mí por ejemplo me toco estar en jardín junto con otros compañeros. 
Al entrar al aula correspondiente nos recibió una maestra junto con unos chicos de 4 a 5 años, en ese instante desayunamos mate cocido con pan, junto a ellos. En ese primer encuentro no pudimos hablar con ellos ya que ellos no nos entendían ni nosotros a ellos. Creo que mis compañeros y yo nos desesperamos un poco. Hasta que les llevamos crealina para que puedan crear y divertirse un poco, ahí la cosa iba mejor ya por lo menos los chicos nos miraban y a penas te daban una sonrisa. Pero el momento que mas recuerdo de ese día y me llevo para toda la vida fue cuando con un amigo los llevamos a una de las canchas a jugar con la pelota y a correr unas carreras, como nos decía una de los chiquitos que más o menos podía hablar castellano. La relación iba progresando ya los chiquitos te miraban con una sonrisa y con una felicidad que ni yo se las puedo explicar. Creo que la pelota, las carreras y varias de las actividades que llevamos a cabo fueron el símbolo de comunicación. 
Ese mismo día realizamos una caminata a orillas del Rio Bermejito, allí pude conocer a Gabriel un Wichí que manejaba muy bien el castellano y que por sobre todas las cosas tenia una historia de vida muy linda y que creo que a todos les impacto mucho. 
El segundo día la relación entre nosotros y los Wichí ya estaba más afianzada. Como actividad de ese día plantamos algarrobos. Este árbol para ellos es muy importante ya que le da al suelo riqueza y por otro lado, sombra. 
A la noche visitamos la parroquia donde allí uno de los hermanos nos conto la historia del pueblo y de sus habitantes. Por otro lado presenciamos una misa muy linda, no tan desigual a la que estamos acostumbrados a ver. 
Y llego el ultimo día para todos nosotros el peor día, nadie se quería volver, todos querían seguir viviendo esta experiencia cueste lo que cueste. A la mañana la pasé con los chiquitos de jardín quienes ya me reconocían y me mostraban una última sonrisa al verme. 
Hasta que llego la noche, con un fogón espléndido acompañado por más de 50 o 60 Wichí de los cuales solo 20 conocíamos del colegio. Esa noche pasaron muchas cosas: comimos choripanes, vivimos los últimos momentos con estos chicos que no tengo palabras para explicar lo que son y cayeron muchas lagrimas sobre todo de parte de ellos y nuestras. 
Esos 3 días no fueron solo 3 días para mi fueron los días en los cuales pude aprender de ellos y vivir una experiencia inexplicable junto con un grupo de compañeros increíbles que supieron actuar en la hora de actuar. No tengo mas palabras para explicar lo que fue este viaje y si lo tengo que volver a hacer los haría más de una ves cueste lo que cueste.
Nico


Volviendo a pasar la experiencia por el corazón.
Es imposible escribir sobre esta experiencia sin lágrimas en los ojos. Miro la hoja y pienso: ¿cómo empiezo? ¿Cómo expresar en palabras estos sentimientos tan fuertes? ¿Cómo puedo hacerme entender? No me queda más que volver a pasar por el corazón.
El proyecto iniciado por los egresados 2010 sin duda encendió algo en mi, me sentía muy emocionada con lo que nos contaban, quería sentir su entusiasmo, su alegría. Fue por eso que desde los comienzos de este año un grupo de chicos estábamos determinados a realizar el viaje y, a pesar de las primeras dudas de la institución, no aceptamos ningún rechazo. En abril ya era oficial: el proyecto Misión Chaco 2011 estaba en marcha!
Sin dudas puedo decir que el viaje superó todas mis expectativas. Con la referencia de los chicos que habían viajado el año anterior, uno ya iba preparado emocional y mentalmente para lo que se iba a encontrar. Sin embargo, una vez que pisamos suelo chaqueño todos nos quedamos sorprendidos con la realidad que se vivía. Pasar una semana conviviendo con la falta de agua, de comida, de lluvia, compartiendo baños, observando la desnutrición de los animales o la sequedad de la tierra nos hizo abrir completamente la cabeza y valorar todo aquello que tenemos. Todo lo que percibimos con nuestros ojos es el registro que va a quedar por siempre en nosotros, por lo menos en mi, de cómo hermanos nuestros viven.
Más allá del shock emocional causado a partir de la percepción de una nueva realidad y la vivencia de la misma, lo que más rescato del viaje son las relaciones formadas. Cuando hablamos de que el viaje a chaco es un “intercambio cultural” quizás no se comprende lo que quiere decir. Yo no lo entendía, no era consciente del lazo tan grande que se puede formar entre personas completamente desconocidas, de culturas diferentes, separas por cientos de kilómetros. Y hoy puedo decir que me llevo amigos, amigos que sé que voy a tener en mi corazón siempre, y por los cuales voy a hacer todo lo posible por volver a ver.
El viaje a chaco es una experiencia inigualable. No sólo te sentís bien por ayudar, al llevar todas esas donaciones que allá son tan importantes y necesarias para la población, sino por el crecimiento inmenso como persona que realizas, las relaciones que armas, y esas palabras de afecto que nos dejaron los wichi al despedirnos que nos tocaron el corazón.
Hoy puedo decir que me siento realizada, renovada. Volvería a pasar por la experiencia muchas veces mas, incluyendo el esfuerzo del principio, el compromiso, el desgaste físico, la organización, las 36 horas de viaje o los baños bajo una canilla. Todo vale la pena. Tan solo una sonrisa de un nene, el abrazo de un chico al despedirnos, las palabras “vuelvan” y todo el amor que nos brindaron, hicieron que todo valiera la pena.
Ya hace un mes que viajamos a chaco, y todos los días lo recuerdo con una gran sonrisa. Fuimos 27 personas, volvió un grupo, una familia. No tengo más para decir que GRACIAS a todos los que hicieron posible esto.
Vicky

Pude descubrirme a mí misma.
Yo era una de las personas que decía que ir a pastoral era una pérdida de tiempo y acá estoy, tratando de explicar en palabras y en pocas líneas algo que va mucho más allá de “El viaje a Chaco”. 
Me gustaría recordar lo vivido, es decir, volver a pasar por el corazón (como dice alguien que quiero mucho) y poder contarles lo que sentí, antes y después del viaje. 
Antes del viaje tenía miedo (no solo a los bichos ¬¬ sino a cómo iban a reaccionar allá cuando nos vieran, cómo nos íbamos a integrar, etc.).También estaba cansada (después de la kermés, la jornada deportiva y las ferias de platos no era para menos), pero las ganas de viajar seguían y me ayudaban a ponerle ganas. Sentía intriga y algo de ansiedad: los chicos que viajaron el año pasado nos habían contado muchas cosas positivas pero yo pensaba “¿será lo mismo este año?; por un lado es bueno ir con los chicos porque ya los conocen pero por otro lado ¿se animarán a conocernos a nosotros también?”. 
Ahora les puedo decir que no sólo no morí picada por ningún insecto, sino que me di cuenta después de viajar que no era la misma persona. 
La experiencia para mí no fue sólo contar latas de arvejas, hacer interminables pasamanos de bolsas gigantes y bidones de agua…Viajar a Chaco fue conocer gente con la que casi ni me hablaba (y no hablo de los Wichí sino de mis compañeros, mejor dicho, amigos).Descubrí en ellos personas sensibles movilizadas por el dolor y la necesidad de los demás. Viajar también significó conocer la comunidad Wichí a la que tanto le falta y, contradictoriamente, tiene tanto para dar. Al animarme a la experiencia, además, pude descubrirme a mi misma, que me sentí parte de ese grupo de personas “distintas a nosotros”, sí: ellos tienen valores que los distinguen como el respeto, la paciencia, el saber escuchar, el compartir, el querer y saber cuidar el lugar donde viven. 
Personalmente, no me resultó muy fácil relacionarme con los chicos de la escuela, en un primer momento. No sabía cómo actuar o tenía miedo de decir algo y “meter la pata” u ofender a alguien, sin haber tenido esa intención. Quizás es algo de lo que me arrepiento ahora, si me hubiera soltado un poco más seguramente me hubieran aceptado como soy. Pero todos somos distintos y quizás a algunos nos cuesta más que otros relacionarnos con gente que no conocemos, o que no habla la misma lengua que nosotros. 
A pesar de esto, hay recuerdos que no olvido y me llevo el lo profundo de mi corazón. Cosas que para otro resulten insignificantes pero que tuvieron mucho valor para mí, como un abrazo de Agus (una nena que conocí el último día antes de volvernos) o una sonrisa de Gorge al que le dije “¡por favor esperame!” (cuando bajábamos las escaleras del campanario del pueblo), y se quedó hasta que termine de bajar. Ni hablar de sus consejos para no mirar el sin fin de escalones que faltaba bajar. Eso sí que no me lo olvido. 
Me acuerdo que la última noche, después del fogón, había que ayudar a terminar de dejar todo listo para irnos. Como no me quería enfrentar a la idea de que ya nos teníamos que ir, me ofrecí de muy buena manera a ayudar en todo lo que fuera útil. Cargamos el micro, (esta vez sin pasamanos de bolsas porque todo lo que habíamos llevado quedaba allá), nos despedimos, y salimos rumbo a casa. 
Cuando estábamos pasando por última vez el cartel de “Misión Nueva Pompeya”, vimos aparecer un par de motos que nos venían siguiendo por el camino: eran los chicos más grandes de la escuela que tocaban bocina y nos saludaban. Ahí, justo en ese momento sentí algo que no puedo describir. Era como una mezcla de dolor de panza y un nudo en la garganta. El saber que habíamos creado una conexión tan grande que hacía que ni nosotros ni ellos querían que nos fuéramos. 
Me acomodé en el asiento del Romina Bis, y puse mi vista en ese cielo increíblemente estrellado, casi pintado a mano. No quería pensar en el camino porque dejaba atrás, cada vez más lejos todo lo vivido… porque una parte de mí, la que volvía a Mar del Plata, sabía que otra se quedaba en el Monte, para siempre. Fue entonces cuando me dije qué bueno que dejé de lado a esa chica que creía que hacer este tipo de cosas era perder el tiempo, porque no lo podría haber invertido en otra cosa mejor.
Ro

1 comentario:

Lu dijo...

Cada testimonio que leo hace que vuelva a pasar todo lo que vivimos en esos días por el corazón, no emocionarse es imposible y hace que tenga cada vez más en claro que todo esto vale la pena, que me hace feliz de verdad, que es más que una experiencia en la vida, poco a poco, se va transformando en una forma de vivir, cuando Chaco ya no sale de tu cabeza y mucho menos de tu corazón. Vamos por más, total soñar no cuesta nada...